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La insoportable levedad del psicoanálisis |
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24.04.2005 |
No le ha ido muy bien al doctor Freud en estos últimos tiempos. A la
publicación hace poco más de un año del libro "Por qué Freud estaba
equivocado: pecado, ciencia y psicoanálisis", le siguió un demoledor
artículo que llevaba por título "Enterrando a Freud". En ellos, y en
otras publicaciones, vuelve a plantearse una cuestión que nació casi a
la vez que el psicoanálisis: la reputación de los procedimientos
terapéuticos derivados de las propuestas del doctor Sigmund Freud, y no
sólo por sus problemas de ajuste con los criterios científicos, sino
por los posibles efectos contraproducentes que, en ocasiones, parecen
generar unas prácticas a las que se acogen bien intenciondas personas,
afligidas por problemas de índole psicológica. No estaríamos tratando
sólo con un procedimiento caro e ineficaz, sino también peligroso. Los
procedimientos psicoanalíticos han sido cuestionados desde sus inicios,
a veces como una forma más de antisemitismo encubierto; han sido
modificados interna e incesantemente por sus practicantes, costumbre
que inició su mismo impulsor, y se hallan en franca disgregación,
evidenciada en los cismas internos que desde sus primeros años hasta
ahora han sufrido.
Muchas personas han empezado los seductores
textos freudianos antes de ingresar en la facultad de Psicología, y han
debido cuestionar la inclusión de Freud en el campo de las corrientes
terapéuticas de trasfondo científico, es decir, las pseudociencias. Las
pseudociencias serían aquellas caricaturas de la ciencia, que exageran
los rasgos intuitivos del proceso de pensamiento científico,
descuidando los aspectos lógicos y olvidando los principios básicos del
conocimiento científico denominados "contrastación" y "verificación
objetiva": si la prueba empírica en que se fundamenta un conocimiento
no es pública y repetible, bajo condiciones controladas, y si en las
distintas contrastaciones no se hallan resultados similares, un
conocimiento no es científico. Acaso, los planteamientos
psicoanalíticos lleguen algún día a explicar las complejidades de
nuestra vida, pero su estado actual es, como mucho, parecido al que
tuvo la alquimia respecto de la actual química, y no tan avanzado como
las afortunadamente poco frecuentes disputas entre astrólogos y
astrónomos, una vez clarificados sus campos de trabajo. Como tantos
otros, a la luz de estas premisas, muchos han llegado a cuestionarse,
incluso, la presencia de Freud entre las figuras generadoras y
prototípicas del pensamiento del siglo XX, para acabar atribuyéndole
únicamente un mérito popular y pasajero. Mario Bunge, físico y teórico
de la ciencia, afirma: "El psicoanálisis es la pseudociencia más
interesante y exitosa del siglo. No hace falta decir que es ignorada en
los institutos de investigación de la mente o la conducta, puesto que
se trata de un cuerpo de creencias y no de un campo de investigación".
Una excelente, breve y demoledora obra sobre estos aspectos es la de
Garcia y Sevilla "Análisis del Psicoanálisis".
A muchos
psicoanalistas no les preocupa en absoluto la posible inclusión o
exclusión del mundo científico; sin embargo, la ciencia no es un oscuro
seno de cuestiones incomprensibles, sino que se ocupa de investigar,
probar, contrastar, verificar y hacer públicas cuestiones que permitan
avanzar hacia el conocimiento personal y del mundo que nos rodea. Sus
conclusiones son puestas constantemente a prueba y sometidas a
estrictos sistemas de comprobación y renovación en procesos públicos y
abiertos. La pregunta no es si el psicoanálisis puede tener efectos
terapéuticos, sino si estos benefician a la diversidad de personas que
se acercan a sus planteamientos. Algunas pueden resultar incluso
perjudicadas por la atribución indiscriminada de origen psicológico de
síntomas orgánicos, entre otros errores similares que pueden deparar
consecuencias fatales, y que ciertas corrientes psicoanalíticas
realizan sin averiguar sus posibles orígenes reales. Muchos
psicoanalistas afirman que sus principales beneficiarios son personas
con trastornos clasificados en el tercio psicopatológico clásico,
etiquetado como neurosis, es decir, personas inseguras, con sentimiento
de inferioridad y marcada tendencia a reflexionar sobre sus propios
pensamientos, palabras, obras y omisiones vivenciados de forma
culpable.
A esta definición, que reconocemos discutible por
genérica e incompleta, nos atreveríamos a añadir que cuanto más
ortodoxo sea el enfoque de la terapia, más saneado será el nivel de
vida que precisarán, puesto que la duración y el coste de las sesiones
psicoanalíticas clásicas acostumbran a ser considerables y, por qué no,
también es conveniente que estas personas posean un elevado nivel
cultural que les permita elaborar y asimilar los complejos símiles que
tan crudamente les pueden presentar ciertas escuelas psicoanalíticas.
Es
difícil negar que cuesta aceptar la hipótesis de que, en cierta etapa
de nuestra vida, sentimos atracción sexual por uno de nuestros
progenitores, mientras deseamos castrar al otro, tal y como plantean
los complejos de Edipo y Electra para cada género; estos síndromes,
supuestamente universales, derivan del recuerdo de un suceso acaecido
al propio Freud cuando tenía dos años de edad y han sido generalizados
para el resto de la humanidad tras pocos y escasamente detallados casos
y observaciones del doctor: todo basado en argumentos circulares que
refrendaban, sin excepción en su propia opinión, sus ideas. Hay que
reconocer que muchos inconvenientes han sido superados por algunas de
las diversas aproximaciones a las técnicas de análisis dinámicas que
han surgido con posterioridad a Freud (enfoque lacaniano, sistémico, de
apoyo, humanista o transpersonal, kleiniano, social, etc.), pero el
presente artículo se centra básicamente en sus inicios.
A título
de ejemplo, Anna Freud, hija y seguidora de las teorías paternas,
comenta un caso en el que una joven paciente suya "había conseguido
reprimir la envidia que sentía por el pene de su hermanito -por el que
había estado totalmente dominada su vida- hasta el punto que, incluso
en el análisis, fue extraordinariamente difícil encontrar vestigios de
ella"; siguiendo la teoría, la envidia debía haber estado allí, pero,
reconoce, le fue extraordinariamente difícil encontrar "vestigios" de
ella.
Casos individuales
Claude Bernard, iniciador de
la aplicación de los principios científicos en Medicina, afirmaba que
"es mejor no saber nada que tener ideas fijas basadas en teorías cuya
confirmación buscamos constantemente, descuidando lo que no está de
acuerdo con ellas".
Observemos que la mayoría de las publicaciones
en el campo psicoanalítico se refieren a casos individuales, casi
siempre sobre pacientes que experimentaron mejoría, y a partir de ellos
se argumenta sobre el caso general. Es una falacia que, en lógica, se
denomina "post hoc ergo propter hoc": que a la noche le siga el día, no
quiere decir que una sea causa del otro. El hecho de que alguien mejore
después de un tratamiento no prueba que el tratamiento sea la causa de
la mejora, ni tampoco que mejore a cualquier otra persona que sufra de
la misma sintomatología. Pueden darse casos de remisión espontánea. Los
estudios realizados sobre declaraciones de psicoanalistas y sus
pacientes, comparadas con los enfermos en listas de espera dan una tasa
de mejora, aproximadamente, de dos tercios... en ambos casos. Además,
parece que los pacientes sometidos a terapia tardarían más en
recuperarse, y lo harían en un grado menor. Estos datos son
discutibles, puesto que la participación de los terapeutas fue mínima o
nula, siguiendo la postura adoptada por Freud cuando conoció los
primeros resultados (negativos) de estudios realizados en Estados
Unidos... que dejaron de interesarle. Afortunadamente, en los últimos
años diversos psicoanalistas (entre ellos el presidente del Comité de
Verificación de Hechos de la Asociación Psicoanalítica Americana) han
declarado que no tienen prueba positiva alguna de la efectividad
terapéutica del psicoanálisis. Las estadísticas no parecen abogar por
los efectos beneficiosos de las terapias de origen psicoanalítico,
aunque muchas de ellas puedan discutirse de acuerdo con problemas
metodológicos, que provienen de la falta de colaboración de los
implicados y de las ambigüedades interpretativas que el psicoanálisis
promueve. Pero existen otros datos. Según una investigación
norteamericana, desde 1988 hasta l994, un millón de familias han sido
afectadas por sobrecargas encubiertas de traumatismos sexuales,
inspiradas por terapeutas. Muchas, principalmente en su vertiente
femenina, han reconstruido psicoanalíticamente episodios de abuso
sexual en forma de fantasías edípicas. No todo el mundo es capaz de
asumir con profundidad, y relativizar a la vez con ironía, las
propuestas psicoanalíticas como hace unos de sus más conocidos
"clientes", el cineasta Woody Allen, en sus películas y artículos
(Analista: Yo le traté. Era un paciente complicado. Veía la realidad
demasiado claramente. "Stardust Memories", 1979).
El psicoanálisis
se ha convertido, en países como el nuestro, en uno de los sustitutos
del confesionario. Incluso puede jerarquizarse a los que se hallan
implicados en el proceso al modo de los estamentos religiosos: fieles
creyentes, acólitos iniciados, oficiantes o sacerdotes, sumos
sacerdotes. Entre ellos, hay que reconocerlo, existen óptimos
profesionales de la salud. En sus ritos, todo puede explicarse o
justificarse mediante "razonamientos" que, desgraciadamente, no ofrecen
soluciones. Podemos explicar o justificar desde la política, problemas
afectivos particulares, éxitos o fracasos profesionales, pero no hay
solución o prevención para ellos. Algunos conceptos se han divulgado,
generalmente con importantes deformaciones, de manera que muchas
personas efectúan interpretaciones de tendencia psicoanalítica y obran
en consecuencia.
Según Freud, la Psicología es más parecida a la
Historia que a la Física: puede explicar, pero no predecir. El trabajo
del psicoanalista, tal y como él lo propone, es parecido al de un
arqueólogo excavando en la consciencia del paciente, al modo que ya
habían planteado anteriormente otros autores. Sin embargo, los métodos
empleados por Sigmund Freud pueden calificarse de inquisitoriales:
anticipa las ideas al paciente, no cree en lo que éste le cuenta, y
ejerce presión hasta conseguir que la persona renuncie a sus mecanismos
de resistencia y admita la evidencia presentada a priori.
Evidentemente
el procedimiento puede generar errores de diagnóstico, como los que
"sufrió" el propio Sigmund cuando una joven paciente murió de linfoma
abdominal dos meses después de haberla "curado" de histeria (el tumor
fue "intrepretado" como causa provocadora del proceso histérico,
satisfactoriamente erradicado, según nuestro genio). El proceso de
trabajar los problemas psicológicos mediante charlas, según el propio
Freud, "nunca puede finalizar". La terapia nunca lleva a la felicidad,
sólo prepara a la persona para soportar los "disgustos vitales".
Parafraseando al profesor Shepherd en su obra "Sherlock Holmes y el
caso del doctor Freud", veámos cuáles han sido las causas de la
popularidad alcanzada por las ideas del médico vienés. Freud era un
maestro de la narración y de la retórica, amparado en sus aficiones
históricas y en algunas de las corrientes pseudocientíficas imperantes.
Sus obras no son totalmente conocidas, incluso entre la gente culta,
quizás debido a su gran volumen y a las muchas reiteraciones que surgen
en su lectura continuada, lo cual genera una sensación de monotonía:
independientemente del problema planteado en sus libros, siempre
llegamos a las mismas conclusiones. Shepherd, comparando los métodos
del mítico Sherlock Holmes y de Sigmund Freud, propone el espléndido
neologismo "mítodo", cuyo significado sería el de método incrustado en
un mito, suficientemente poderoso, para contrarrestar la debilidad del
método en sí. El propio Freud había leído, y, al parecer, le había
gustado, la obra de Conan Doyle. Hay diversas citas al respecto en sus
obras y cartas.
El tema de la cocaína les unía. Freud se inició en
el campo de la investigación neurológica trabajando también las
adicciones: había hallado una cura para los morfinómanos consistente en
la cocaína que, según él, no generaba adicción; sus argumentos se
basaban en el caso de un amigo suyo... que se suicidó cuando ya padecía
adicción a esta sustancia. El método Holmes, aunque etiquetado como
deductivo y lógico, en realidad es inductivo e ilógico... pero tan
atractivamente humano que divierte.
Literatura freudiana
Sin
embargo, cuando lo analizamos críticamente, lo que a Holmes le parece
"ridículamente simple" es, de hecho, "simplemente ridículo". Uno de los
biógrafos de Conan Doyle dice que "sólo es deducción si se puede hacer
llegar a creer al lector que lo es, suspendiendo sus facultades
críticas". Para los críticos de la literatura freudiana el
psicoanálisis no merece consideración como ciencia, sino como una forma
de mitología que trae cierto orden, cohesiona, nunca está falta de una
explicación y, en una situación de desconcierto, puede confortar y
aliviar. Lo cual no es un cumplido. El profesor Steven Marcus, experto
en literatura freudiana, encuentra semejanzas entre los "métodos" de
Holmes y Freud, con la diferencia de que para el primero el mundo se
hace coherente al resolver los pequeños enigmas externos, en tanto que
el segundo los coloca en el interior, trocando la realidad externa por
la interna. Vuelto a la práctica clínica, por la necesidad de sacar
adelante a su familia, Freud se centra en el análisis del síntoma, y
"descubre" el inconsciente, que se convirtió en la principal fuente de
desacuerdo respecto a sus ideas, hallando defensores en la psiquiatría
y en la psicología clínica. Es un trabajo que, históricamente, puede
calificarse de poco original; su aportación consistió en la síntesis y
adaptación de ideas antiguas, como la que representa a la líbido,
combinando la moral victoriana y la Física. Según Garcia i Sevilla
nunca se ha podido justificar desde el punto de vista metodológico,
porque carece de coherencia lógica y de base empírica.
Una cosmovisión
Seguidamente
se centra en la persona, y elabora su descripción en los estamentos de
la personalidad (Ello, Yo y Super-Yo), ampliando sus miras hasta llegar
a una cosmovisión que le lleva a los conceptos de Eros y Tanatos
(principio del placer y de la destrucción), que regirían el mundo.
Los análisis críticos que ha suscitado el psicoanálisis pueden agruparse en tres categorías:
Metodológicas:
enunciadas por teóricos de la ciencia que intentan demostrar que no se
trata de una teoría; hipótesis imposibles de verificar mediante datos
empíricos y no emplea métodos científicos para justificarlas.
Sustantivas:
algunas de las afirmaciones enunciadas, por ejemplo, sobre el contenido
de los sueños o la agresión, han sido rechazadas por investigaciones
psicológicas realizadas hasta nuestros días.
Estadísticas: los
estudios llevados a cabo, generalmente sin la colaboración o incluso
con la oposición de sus practicantes, no pueden demostrar que se trate
de una terapia eficaz.
¿Cuál es, pues, la razón de su popularidad?
Según Bunge, estriba en que se ocupó de algunos problemas psicológicos
y psiquiátricos que los investigadores aún no habían abordado; su
contenido es tan fácil que cualquier adolescente puede entenderlo;
trata de la sexualidad, tema tabú y, por tanto, atractivo para la
sociedad burguesa tradicional; tiene recetas para explicarlo todo y,
además, Sigmund Freud era un narrador excelente ("hubiera desarrollado
un papel de primer orden en la literatura fantástica"), a pesar de la
monotonía que la lectura continuada de sus obras puede generar. Y
podríamos añadir que mucha gente, quizás, prefiera historias
interesantes o ingeniosas especulaciones a explicaciones científicas.
Pero,
si bien se explica que el psicoanálisis fuera tan atractivo a
principios de siglo pasado, ya no está tan claro que lo sea en la
actualidad. Parafraseando al mismo Bunge, el problema más importante
que las pseudociencias plantean a la ciencia es el hallazgo de los
mecanismos psíquicos y sociales que han permitido que sobrevivan hasta
nuestros días supersticiones arcaicas como la fe en las profecías y en
los sueños que expresan verdades ocultas, una vez demostradas su falta
de lógica, sus carencias metodológicas y sus tesis incompatibles con
los datos empíricos de los que disponemos.
Ramon Ferrer |
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